Se encuentra caminando sin sentido, el paso es rítmico y monótono, va trotando, jadeando, sudando; nadie lo persigue, pero él teme ser seguido; nadie lo ve, pero sufre al pensar en ser visto.
Teme, pero su temor es inconcebible; es de noche, está lloviznando y absolutamente nadie está en la calle, excepto él.
Todos están es su casa, arropados, tranquilos y disfrutando de esa noche en familia; pero él no, así que luchando contra el confort; salió a hacer el recorrido ésta precisa noche, por muy oscura y fría que esté.
Se prepara para su siguiente acción, tiene un pendiente, mediante un murmuro poco audible repasa el texto que tiene en la mano; se detiene en una sección, mueve la cabeza como negando, sus ojos siguen fijos pero perdidos en el vacío, luego toma conciencia de nuevo; levanta la mirada y camina lentamente hacía esa pequeña ventana que da a la calle, corre la cortina (la cual le queda demasiado grande a la ventana) y contempla.
Toma nuevamente la hoja, la mira y con desgano ve esa sección, realizada ya esta acción; relee todo el texto de nuevo y poco a poco empieza a doblar el papel. Lo hace metódicamente, dobla la hoja a la mitad, creando dos partes perfectas y remarca el dobles; lo dobla nuevamente y remarca el dobles; ahora tiene un cuadrado, pero como jamás le han gustado los números pares, y este cuadrado le molesta al tener cuatro ángulos; intenta resolver su molestia rápidamente, toma el cuadrado y lo dobla sobre su arista, remarca afanosamente el dobles y viendo su creación, sonríe ampliamente al ver un triángulo isósceles.
Que se puede decir, es una persona de gustos sencillos, rutinas mecanizadas, acciones metódicas y emociones imperceptibles; por lo tanto, el que tenga ésta actividad pendiente de realizar, le ha dado a su vivir ese matiz sobre el cual no se siente cómodo; más ve necesario, para equilibrar su vida tan rutinaria.
Abre la puerta y al hacerlo un torrente de aire frío le saluda como insinuando: "vamos a ver, que tan valiente eres", acto seguido, se sube el zipper de su chaqueta, se pone la capucha, pero a pesar de ello, el frío sigue presente.
Ya afuera, se frota las manos y en seguida las mete dentro de las bolsas a los costados de su chaqueta; voltea a ver rápidamente a ambos lados de la calle, como buscando encontrar a alguien, pero no, absolutamente nadie se aparece. Complacido de saber que no hay nadie afuera, cierra la puerta de su casa, le pone doble llave, pone el pasador y cierra con candado; empieza a caminar, pero hay algo que lo impacienta, no recuerda haber cerrado correctamente la puerta.
Se detiene y empieza a caminar de nuevo hacía su casa, se encuentra frente a la puerta, mete la llave y se asegura de que tiene seguro, luego mueve el candado, para verificar que esté bien cerrado; confirma que cerró bien, voltea y antes de empezar a caminar de nuevo, verifica si hay alguien más caminando por la calle, no visualiza a alguna persona, entonces tranquilo empieza otra vez a hacer su recorrido.
Su alarma sonó, eran las 5:00 am y como era costumbre, a la tercera vez que timbró su reloj, medio dormido aún, se levantó de golpe y ya de pie se dispuso a empezar su ya conocida rutina que consistía en levantarse de la cama, en el mismo instante en que él despertaba, metódicamente desvestirse e irse a bañar, luego del baño el cual era de 10 minutos, se disponía vestirse con la ropa que ordenadamente ya había dispuesto desde el inicio de la semana; luego de esto, se dirigía al baño donde únicamente inspeccionaba el largo de su cabello, el cual llevaba a la rapa, ya que según él, esto le hacía ahorrarse la desquiciada acción de peinarse, procedía a lavar sus dientes en lo cual invertía más tiempo que en bañarse.
"Que no me encuentre a alguien, que no me encuentre a alguien, mientras no lo haga, todo estará bien" iba diciendo mientras hacía aquella caminata, su intranquilidad le jugaba bromas, le hacía ver peatones que caminaban ansiosamente hacía él, le hacía oír sonidos de pasos que corrían para alcanzarle; miraba personas asomándose por la ventana, viéndole con ojos acusativos. Pero no, nada de esto sucedía realmente, eran percepciones imaginarias, de las cuales se daba cuenta, cuando se detenía y al querer ver con más detalle estas ilusiones, se daba cuenta que realmente allí no había nada.
Entonces, continuaba con un paso más acelerado, mientras intentaba recordar al pie de la letra, las descripciones que ella le hacía sobre el recorrido que realizaba cada noche.
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Desde muy chico aprendió que la compañía únicamente le estorbaba, había sido hijo único por 5 años y todo fluía muy bien, la atención de sus padres era únicamente para él, su madre se desvivía en cuidados y cariños para complacer a su pequeño; el amor hacía él era bastante grande, talvez porque ellos pensaron que no podían procrear, pero sorpresivamente él había llegado a su vida, por lo que lo cuidaban como aquel que ha recibido un regalo único de mucho valor.
Así pasaba su vida, siendo el centro de atención; hasta el día en que su madre subiendo y bajando, haciendo diversas tareas, empezó a marearse y cayendo exhausta en su cama, durmió toda la tarde; luego de eso, el comportamiento de su madre se hizo más extraño, constantemente tomaba pastillas, vivía con dolor, se le hinchaban sus pies, ya no era tan activa como antes y a cada poco le veía agachada vomitando en el baño; agregando a eso que en su casa se empezaba a vivir un ambiente de secreto silencio; meses después, cuando ya se hacía evidente una protuberancia en la panza de su madre y antes que él decidiera preguntar, sus padres le comentaron a su hijo que tendría un hermanito, pero que no le dijera a nadie, que sería una sorpresa; aunque lo que realmente ellos querían, era guardar el secreto del embarazo, temiendo que resultara igual que los anteriores, en un aborto espontáneo.
Conforme pasaron los minutos, él siguió caminando, su paso dejó de ser torpe y su soltura se hizo obvia; empezó a caminar con parsimonia intentando ubicarse en esas calle las cuales por primera vez recorría.
Ella me hablaba de una pequeña casa de tejados azules, por allí está; también me comentaba sobre el amplio jardín frondoso con tulipanes, rosas y claveles, los cuales eran de color blanco, por allá se encuentran; ¿dónde estará la casa de varios niveles, la única de ladrillos en toda la cuadra?; siguió caminando siguiendo las pistas de los lugares sobre los cuales ella le hablaba, caminaba recto, viendo por primera vez en persona, todos los detalles sobre tejados, animales, plantas y diseños inmobiliarios que le describía; supuso que por todo lo anterior, ella esperaba que fueran las ocho pm para salir a caminar y hacer el mismo recorrido.
Por último llegó a una pequeña casa hecha de madera, la única en medio de la nada, estaba rodeada de un campo mal cuidado, pero la casa en sí, daba la impresión de ser acogedora; era tal y como ella siempre la había descrito; una estructura de una sola planta, con tejados rojos y una puerta cobriza sin ángulos rectos, todo era igual a lo imaginado, hasta que pasó algo inesperado, se encendió una luz, lo cual permitía visualizar el interior; una familia de tres integrantes, compartían juntos la cena; papá, mamá y un infante que aparentaba tener unos cinco años, conversaban y comían amenamente, tenían un semblante tranquilo, el cual combinaba con el ambiente hogareño que les rodeaba.
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Querido:
El modo en que llegaste a mi vida fue bastante extraño; yo no me esperaba que ese hombre con ojos apagados, cabello rapado, boina roja y lentes redondos, llamaría mi atención, pero aquí estamos, después de este tiempo juntos debo decirte que el destino jugó adecuadamente; ¿de qué otra manera pudimos haber coincidido esa mañana? Nadie más tiende a tomarse la molestia de subir las gradas a un piso tan alto, menos cuando hay rápidos elevadores para utilizar y el tiempo transcurre en cuenta regresiva.
Aunque debo confesarte, que cuando te vi, jamás pensé que llegarías a ser alguien en mi vida, eso, hasta que conversamos por primera vez y tu franqueza me pareció tan atractiva.
Lamentablemente eso cambió con el tiempo, ahora tu franqueza me es como un golpe en la mejilla.
Nunca quise que me dieras explicaciones sobre demasiadas cosas, jamás se me ocurrió discutir sobre tu hábito de levantarte de madrugada aún en los días de descanso, no entendí porque debías de asegurarte una y otra vez acerca de la cerradura de la puerta, cuando yo te decía que había cerrado correctamente; tampoco dije palabra alguna cuando durante mis recorridos nocturnos tú nunca aceptaste acompañarme, a pesar que te lo supliqué y aún sigue extrañándome esa desconocida brillantes que denotaban tus ojos al contarte sobre las cosas que percibía en la caminata, y que al final me hacía conformarme solo con eso, solo con contarte; además de ello, fui complaciente con el hecho de realizar una agenda estructurada sobre nuestras actividades y llevar una cuenta exacta sobre las cosas que consumíamos y usábamos; también aguanté las llamadas: "actividades familiares", las cuales se resumían a comer juntos pero silenciosamente durante los tiempos de comida, a leer juntos yo el periódico y tu un libro, a jugar juntos ajedrez y visitar a mis padres de vez en cuando; pero jamás a los tuyos.
No discutí por nada de lo anterior, al contrario lo llegué a aceptar, porque aceptar eso, era aceptarte a ti.
Lastimosamente, cuando llegó tu turno de ser condescendiente, no lo hiciste; al principio pensaba que tu negativa se debía al miedo y que con el tiempo se te pasaría; gran error, presentí mal, ahora sé muy bien que si no fue ayer, no será hoy y menos mañana.
Así que hoy dejo de suplicar, pedir e implorar; un hijo, no es un objeto que se tenga que rogar para tener, es un ser que debe regalarse con ansiosa alegría.
Pero no te preocupes, ahora dejaré de insistir; pues se que no es el miedo el que te detiene, es tu falta de amor hacía mi, hacía nosotros, hacía el que pudo ser tu hijo; te dejo para poder caminar por mi verdadera vereda, a la cual siempre fuiste invitado, pero jamás quisiste recorrer; espero puedas encontrar tu propio trayecto, el cual supongo será en soledad, igual siempre te sentiste mejor solo.
Con aprecio,
Helen